Los recién nacidos no duermen de un tirón porque necesitan despertarse cada dos o tres horas para comer. A partir del tercer mes, las horas de sueño se alargan y entonces podemos enseñarles a dormir, pero eso depende de nosotros como papás.
¡Qué delicia! Cuando
un bebé duerme tranquilamente, inunda de paz y ternura a todo el que lo
observa. Y más a papá y mamá, que pueden pasarse horas y horas mirando,
sintiendo y respirando la felicidad que irradia su hijo. Sin embargo, llegar a
ese punto no siempre es fácil. A veces, el bebé no quiere (o no puede) dormirse
y sus padres se desesperan. De hecho, durante el primer año, se ha calculado
que los somnolientos papás pueden llegar a perder entre 400 y 700 horas de
sueño. Pero no todo son malas noticias: desde
muy pequeñitos se les puede ayudar a ser grandes dormilones aplicando unas
rutinas básicas antes y durante el sueño. Así, los niños se beneficiarán
de la función reparadora del descanso, que mejora las defensas del organismo, y
los mayores también tendrán dulces sueños. Para ello, hay que conocer las dos
etapas de sueño por las que pasará nuestro hijo durante sus primeros doce meses
de vida.
PRIMERA ETAPA
El recién nacido duerme unas dieciséis horas diarias, pero, claro está,
no ininterrumpidas. En esta primera
fase, que se prolonga hasta los tres meses, sus despertares y sueños están
relacionados muy directamente con sus tomas de alimentos. Es decir, la
alimentación del bebé hace que los períodos de sueño ocurran aproximadamente
cada tres horas: se despiertan cuando tienen hambre y permanecen así alrededor
de una hora en la que se dedican, sobre todo, a tomar pecho. Poco a poco este
tiempo se va incrementando, hasta que cumplen los tres meses y pueden permanecer
hasta tres o cuatro horas despiertos tras comer.
En esta primera
etapa no nos queda más remedio que tener paciencia: lo máximo que suele dormir un bebé de forma ininterrumpida son cinco
horas por las noches. Sin embargo, también es cierto que las despertadas
suelen ser breves.
SEGUNDA ETAPA
A partir de los tres meses dormirá un poco menos: unas 13 horas diarias. Además, los agotados padres notarán algunos cambios
más: la facilidad que tenía hasta ahora para dormirse puede verse alterada.
Quiere relacionarse con su entorno
y dormido intuye que es imposible. Por lo general, ya va sincronizando sus
ritmos de sueño de una forma menos agotadora. Es decir, se mantiene despierto
durante gran parte del día. Le basta una siesta por la mañana, otra por la
tarde y, ¡por fin!, un largo sueño durante la noche. Llegará a dormir una media de ocho horas seguidas hacia los cinco meses.
Esta regla no es general: hay muchos bebés que a los tres meses ya son capaces
de dormir incluso 12 horas seguidas por la noche.
¿Influye su carácter en las horas de sueño?
Además de todo lo anterior,
papá y mamá cuentan con un factor muy variable del que dependerá, en gran
medida, que su bebé sea un gran dormilón o no: su carácter. No es difícil
adivinar que los niños de temperamento
fácil son más adaptables y regulares que los que tienen un carácter más
exigente. Mientras que un bebé tranquilo no necesitará rutinas muy
estrictas para dormir de un tirón toda la noche, los pequeños con temperamento
más fuerte (por llamarlo de alguna manera) seguramente no se dormirán con tanta
facilidad. Además, probablemente reaccionarán de forma negativa a ritmos
cambiantes o irregulares de alimentación y sueño. Por eso, y por si todavía no
sabemos exactamente cuál es el carácter de nuestro hijo, prevenir siempre es
una buena opción.
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