Los padres tratamos a nuestros hijos como si fueran débiles, pero en realidad son mucho más fuertes de lo que parecen. Muchas veces tenemos miedo de que, en su afán por explorar el mundo, se hagan daño.
Con un
año, los pequeños empiezan a ser independientes y a investigar todo lo que les
rodea: tocan, chupan y huelen cualquier objeto que se encuentran. Los padres
pensamos que su comportamiento es peligroso y, a veces, sobreprotegemos a los
niños pensando que así estarán mejor cuidados. ¡Evita cometer estos errores y
deja que tu pequeño disfrute con sus descubrimientos!
Higiene:
¿baño todos los días?
Error: La
higiene es importante, pero no hay que caer en la obsesión. Para muchos, el
baño diario forma parte del ritual de irse a dormir y es su ratito de
relajación y juego con sus padres. En ese caso debemos mantenerlo.
Un niño de
un año, a no ser que venga del parque lleno en arena, no necesita ir a la
regadera a diario. Mientras esté limpio tras los cambios de pañal y se lave
bien las manos antes de comer y al irse a dormir, el baño puede alternarse como
mejor convenga.
Abrigarle
mucho
Error: Es uno de
los errores que los padres comentemos con más frecuencia, sobre todo por miedo
a que se resfríen. Los pediatras lo dejan muy claro: un catarro se coge por
contagio, no por pasar frío. Cuando un bebé se desarropa durmiendo es porque
tiene calor.
Correr a
levantarle si se cae
Error: Los padres
nos angustiamos cuando vemos a nuestro pequeño caerse al suelo. Es normal que
queramos proteger a nuestro hijo y que tengamos miedo a que se haga daño. Pero
no hay que sobreproteger al bebé ni limitar su campo de actuación.
Los niños necesitan que estemos alerta, pero sin ponerle
límites a todo lo que vayan a hacer. Es mejor que sientan que se valen por su
cuenta y que no tengan la sensación constante de que todo lo que van a hacer es
peligroso.
Usar
cualquier medio para que coman
Error: Esta etapa
suele coincidir con la introducción de una dieta más variada y con alimentos
menos triturados y a la mayoría les cuesta un poquito acostumbrarse. Por eso,
muchos padres se agobian porque su bebé, que hasta ahora era un glotón, en unas
semanas "ha dejado de comer".
Los niños
saben lo que tienen que comer y cuánta cantidad, y si mantienen
la actividad propia de esta edad y están alegres significa que están sanos y no
les hace falta comer más.
A partir
de los doce meses los niños comen menos porque crecen a un ritmo mucho más
lento que cuando eran lactantes y sus necesidades nutricionales también son
menores.
No
llevarlo a la guardería por miedo a que enferme
Error: Cuando un
niño va a la guardería, es porque sus padres trabajan y no pueden tenerlo en
casa. También pueden contratar a una niñera o cuidarlo los abuelos para que, al
no ir a la guardería, estén a salvo de contagios y enfermedades. Llevarlo a la
guardería tiene el riesgo más que probable de que se pongan malitos con mucha
más frecuencia, sobre todo el primer año. Pero no nos engañemos: quedándose en
casa también se ponen malos.
No es
aconsejable mantener al niño dentro de una burbuja de cristal para evitarle
enfermedades e infecciones que son absolutamente normales a su edad y van
fortaleciendo su sistema inmunitario.
Al
retrasar su incorporación al mundo real, los pequeños no mantienen contacto con
otros niños y, por tanto, retrasamos su socialización.
Dejarle en
casa cuando salimos
Error: Desde que el bebé nace es
mucho más difícil hacer cosas que antes nos parecían normales, como salir a
comer o quedar con los amigos para tomar un café. Los primeros meses estamos
sujetos más que nunca a sus horarios de comida y sueño, pero con un año ya
podemos llevar al pequeño con nosotros. Algunos niños necesitarán que les
llevemos la comida preparada de casa, que nos pueden calentar sin problemas en
cualquier restaurante, pero muchos otros ya podrán comer lo que ofrece la
carta. Eso sí, asegúrate de que en el establecimiento no se fuma y no hay un
ambiente demasiado ruidoso para que el niño no se ponga nervioso