Podríamos pensar que empezar pronto y de forma sistemática a trabajar habilidades como la lectura y la escritura se traducirá en mejores resultados académicos. Sin embargo, parece que no es así, y hay evidencias desde hace muchos años. Según el informe PISA, que mide el rendimiento de estudiantes de todo el mundo, México presenta resultados sumamente pobres respecto de los países europeos en áreas como la competencia lectora o las matemáticas. ¿Cómo es posible? ¿En qué nos equivocamos? ¿Necesitamos quizá empezar antes, exigir más, evaluar mejor? Las respuestas no van por ese camino.
El sistema educativo
finlandés, un ejemplo
Xavier Melgarejo, psicólogo y doctor en Pedagogía, buscó respuestas
investigando para su tesis. Lo hizo ahondando en el sistema de educación que
cada año encabeza el informe PISA, el finlandés. ¿Qué hacen allí? “Muchas de
mis creencias entraron en crisis durante esos años”, recuerda. Las dos
creencias que antes cayeron fueron dos:
Cuanto antes, mejor. FALSO. En Finlandia los niños no aprenden
a leer hasta los siete años. Incluso, ven contraproducente empezar antes; pero
a los nueve ya ocupan uno de los primeros puestos del mundo en competencia
lectora. Y en matemáticas.
Cuanto más, mejor. FALSO. Tampoco aquí salen las cuentas.
Resulta que en Finlandia los niños tienen menos horas de clase, ¡y cinco
recreos al día! Cada 45 minutos, 15 minutos de recreo, mientras que en México
son 30 minutos en cinco horas.
Además, Finlandia es el país que menos horas curriculares realiza entre la
primaria y la secundaria. Entonces, ¿cómo es posible que ocupen siempre los
primeros puestos? Puede ser porque es un tema en el que se implica toda la sociedad: los profesores; los padres, que confían en los maestros y
no les culpan de los fracasos de sus hijos; el Estado, que potencia una educación pública y que no modifica ni
una ley educativa sin consenso político. Además, por supuesto, el método que
usan es diferente. Se enseña cuando el niño está preparado, maduro, no antes.
Por eso empiezan la lectoescritura a los siete años. ¿Y qué hacen antes de
leer? ¿Cómo se preparan? Para nuestra sorpresa, la mitad de los niños
finlandeses no va a preescolar y entran
en la escuela a los seis o siete años.
Fomentar la curiosidad y
autonomía del niño
¿Qué necesita el niño aprender antes para después tener éxito en las
matemáticas o la lectura? ¿Repetir? ¿Esfuerzo? ¿Experimentar? ¿Afecto? Su
principal objetivo, reconoce, no es que
sepan leer, ni escribir, ni contar cuando acaben infantil, sino “que
lleguen a primaria con ilusión y ganas”. La clave “es hacer afectivo el día a
día en la escuela. Cuando un niño crea un vínculo con su maestra y se siente
seguro, podrá dedicarse a aprender, a jugar, a afrontar sus sentimientos”,
afirma. Es el primer paso, pero no el único.
La importancia de valorar
el esfuerzo de los niños
Otro punto: más importante que hacerlo bien o no, es valorar lo que los niños hacen: “Por ejemplo, cuando pintan, al
principio no persiguen más que disfrutar. Si valoramos sus producciones, hacia
los cuatro o cinco años ellos solos empiezan a dibujar con intención de crear
algo bello”, afirma esta maestra. Nuestra valoración estimula que disfruten en
cada momento y, por lo tanto, que tengan deseos de seguir, de repetir, de
crear. Y, por supuesto, han de jugar, jugar y jugar.
“Yo me quedo impresionada al ver cómo a través del juego ellos solos se enfrentan y resuelven problemas de todo tipo,
cómo organizan el material, ordenan tamaños, resuelven problemas con los
amigos...”, apunta Mari Carmen Díez. Para las matemáticas, por ejemplo, más importante que copiar el número 1 es
“manipular, explorar y contar cosas”, explica esta maestra, aunque no se sepan
aún los números.
También la manipulación y la exploración sirven para preparar la escritura
“porque el niño madura del hombro a los dedos”, recuerda. Es decir, jamás podrá
tener buen control de la mano si
no lo ha tenido antes del antebrazo. Las actividades que conlleven movimientos
de barrido con los brazos les ayudan a desarrollar, más adelante, la precisión
en los dedos; y por eso muchos niños que empiezan a escribir demasiado pronto
adoptan una posición forzada
para la que su cuerpo no está preparado.
Cómo fomentar el interés
por la lectura
En la clase de Mari Carmen Díez
la lectura llega de la mano del juego y el afecto, saboreando las palabras una a
una y sin presiones. Despacio, disfrutando, sin adelantar. A los tres años
cada uno se dedica a aprender su nombre.
Esto hace que algunos niños se empiecen a interesar en las letras y las
palabras.
A los cuatro años tienen su colección
de palabras que “les caen bien”: las sacan de los cuentos que su maestra
les lee. Y cuando han coleccionado cuatro o cinco palabras, como Rita (el
nombre de la mariposa de uno de sus cuentos favoritos), juegan al Pasapalabra.
Son palabras para abrir el apetito y mucho más efectivas que el clásico
silabeo. A los cinco años se hacen cada uno su tarjeta de visita, y además cada
niño es nombrado padrino de una letra:
cuando alguien quiere saber algo de la z..., pues le pregunta a Iván Pérez, que
es su padrino. Se comunican la información sobre las letras como un secreto o
un truco (“para poner la z, primero...”).
Tienen también un buzón a través del cual se envían mensajes (“te invito”)
y también tienen la “caja de escuchar los sueños”, de donde deben sacar cada
vez cinco cosas (imágenes, objetos o juguetes) con las que inventar una
historia que comience, pase algo y termine. En fin, que juegan, juegan y juegan
con las palabras. Y un buen día llega un niño y le dice a su seño: “Yo no sé
cómo lo hago, pero lo miro y lo leo”. Otro día, dice otro: “Yo creo que sé
leer, pero no estoy seguro”. Cada uno a
su ritmo, y como la fruta madura, todos lo van consiguiendo. Los números
los aprenden con la dirección de su casa, con su edad y la de su familia, con
su fecha de nacimiento, con su peso, su medida.
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